INVESGACIONES LAMARKIANAS

Viendo algunas paginas por internet encontre un articulo que me llamo la atencion. Supuestamente habia pautado un cambio de nombre del hospital Carlos Haya por el de Blas Infante. El nombre de un aviador franquista para un hospital parece mal visto por los consejeros de salud andaluces y parte del gobierno central, donde acabar con todos los simbolos del franquismo es una de sus premisas. Es parte de la historia, al igual que hay muchos otros centros que llevan nombres de militantes del otro bando y no hay una cruzada contra ellos. Por ejemplo en Ubeda habia una estatua del General Saro montado a caballo en la plaza mas centrica de la ciudad. Fuera quien fuera este señor la majestuosa estatua fue retirada para realizar las obras de un parking, pero cuando las mismas concluyeron no volvio a su ubicacion, siendo pasto de palomas y la erosion en un angar del ayuntamiento. Menos mal que el clamor popular ha hecho que la estatua vuelva a su posicion original devolviendo la magestuosidad que ha llevado a Ubeda a ser Patrimonio de la Humanidad, lo cual no se lograria nunca con las farolas de nueva construccion que pusieron en el lugar de la estatua. Aprendamos de la historia y apreciemos el arte dejando atras los estigmas del pasado.

Os dejo con el articulo que vi en 20 minutos que hablan sobre el tema:

''Después de espolear un debate que resucitó fantasmas, la Consejería de Salud anuncia que el hospital Carlos Haya va a seguir llevando nombre de capitán franquista. Hay políticos con vis cómica, auténticos cachondos, acróbatas del verbo. Aparentemente, la consejera, María Jesús Montero, toma una decisión salomónica: el rebautizo a Blas Infante, para el complejo (la suma de Carlos Haya, Materno y Civil, a la que nadie se refiere); el hospital general de toda la vida, que siga como está (parecía lógico, dado que es una marca internacionalmente consolidada).
Ni pa ti, ni pa mí. ¿Todo aquel aparatoso debate para esto? Si no va a eliminarse el apellido Haya, ¿para qué invocar a Infante? Hay quienes han hecho el más espantoso de los ridículos. Lo escribió Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: «El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y, para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo».